Pequeños y medianos agricultores importaron soya, trigo, manzanas y algunas semillas transitorias en tiempo de pandemia del COVID-19, según el estudio del Sistema de Investigación de la Problemática Agraria del Ecuador (Sipae), decayó el comercio de exportación en un 60% en el mismo periodo, dejando en manos la reactivación del petróleo y de exportaciones agrícolas.
Entre los años del 2000 al 2020 ha habido pérdidas entre 10.000 y 20.000 ha de cultivos transitorios, estos cultivadores poseen unidades menores de 10 hectáreas (ha), un promedio de 1,2 ha”, dice Francisco Hidalgo Flor, investigador del Sipae.
Esta disminución de tierras se debe al incremento urbanístico o procesos de agro exportación manifiesta Sipae.
Hidalgo adiciona una alternativa que sea la vida en el campo más rentable, son dos tipos de políticas que propone, franjas de precios que protejan el costo de la producción para los campesinos y una red de centros de acopio, distribución y consumo para conectar los sembríos con zonas populares de las ciudades.
En los últimos meses el producto fuertemente amenazado es la leche, asegura Hidalgo.
El COVID-19 volvió visible el rol fundamental que cumple la agricultura campesina, señala Sylvain Bleuze, coordinador para Ecuador de Agrónomos y Veterinarios Sin Fronteras (AVSF).
En el tiempo de pandemia pese a la inseguridad y preocupación de los agricultores por escuchar que el virus se contagiaba mediante el aire, no hizo que estos pararan su arduo trabajo para no perder sus sembríos.
Con el cierre de fronteras manifiesta Bleuze, “Los países que no tienen una agricultura diversificada, es decir, que solamente se han enfocado hacia ciertos rubros de producción, en particular para la exportación, se volvieron muy vulnerables ante el cierre de fronteras”.
Este nuevo virus motivó procesos migratorios de la ciudad al campo y de zonas rurales plagadas de monocultivos a otras con una mayor diversidad con un repunte de la venta directa y del trueque ancestral entre regiones.
Entre estos el intercambio entre organizaciones campesinas del arroz que se siembra en el valle del río Portoviejo en el cantón Rocafuerte, en Manabí, a cambio de frutas y verduras que llegaron de Esmeraldas.
La tendencia de la reducción de las mejores tierras también se da por la instalación de camaroneras. “Hay piscinas incluso tierra adentro con agua dulce”, asegura Bleuze.
Los expertos resaltan que desde la década de los noventa, no se ha dado una política efectiva para proteger los suelos del Ecuador.
“El tema de los planes de ordenamientos territorial tampoco protegen mucho a la tierra productiva” .
En este tiempo refleja la falta de un censo actualizado que determine el número de unidades agropecuarias existentes en el país. El último data del 2000 con 840.000 unidades.
Sylvain Bleuze indica, “Ahora probablemente estamos más del millón, entonces cómo se pretende planificar una política si ni siquiera sabemos cuántas unidades hay”.
Los expertos se pronuncian con la idea que los agricultores mantengan sus cultivos para hacer un poco de agricultura de sobrevivencia y afirman que los grandes son eficaces, eficientes y generan divisas.
“Pero eso es totalmente falso porque si a un agricultor se le da algo de tierra y riego en una zona idónea puede producir banano orgánico para la exportación”, señala Bleuze.
En el periodo del expresidente de la República Rafael Correa, AVSF hizo un seguimiento sobre la creación de infraestructura en zonas rurales.
Hay $175 millones invertidos en centros de acopio y bodegas. “Estos sitios están botados porque se entregan herramientas a grupos que no están consolidados, que no tienen la capacidad para administrar y los juntan desde el Estado de forma forzada”.
Sucede que en el Ministerio de Agricultura de seis mil organizaciones registradas prácticamente menos de 400 funcionan.
Fuente: Sipae, El Universo.
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